Movimiento objetor: se acabó la función.

domingo, 15 de marzo de 2009

... La primera reacción oficial del movimiento objetor a la sentencia del Tribunal Supremo que legitima jurídicamente EpC fue sacar al aparato propagandístico de paseo para proclamar que no era cierto lo que veían nuestro ojos, y que, en realidad, el dictamen suponía un espaldarazo a sus reclamaciones. En esa alocada estrategia de huír hacia adelante, algunos de sus más destacados voceros llegaron a exigir al gobierno que se plegara ante su nueva posición de fuerza y negociara con ellos los contenidos de la asignatura o incluso llegase a eliminarla. Sin embargo, poco ha durado en pie semejante castillo de naipes retórico, y ya hay muestras suficientes de que los principios del movimiento se tambalean, y que los operarios de tamaña farsa empiezan a desmontar el escenario.

El primer indicio de dicha rectificación provino de Jaime Urcelay, una de las principales leguleyos del movimiento, de cuyo cambio de postura tuvimos constancia gracias al panfleto ultracatólico HazteOir. Según el pasquín, Urcelay acusaba a una periodista de TVE que le entrevistó de querer inducirle respuestas desanimantes para la feligresía objetora, a lo cual él, heróicamente, se habría negado, naturalmente. Como era obvio, dicho artículo trataba de justificar (mediante la técnica del ataque como mejor defensa) unas inconvenientes declaraciones donde Urcelay asumía que el dictamen del supremo dejaba desarmado jurídicamente a los insumisos, que tendrían que aceptar que sus hijos volvieran a las clases con normalidad.

Sin embargo la prueba definitiva de la tesis de la bajada de pantalones la he leído hoy mismo en el blog de la organización de Urcelay. El artículo alcanza dos grandes momentos. El primero de ellos acaece cuando nos da la razón a los que nos maliciábamos que Urcelay & Cia. nos mentían como bellacos cuando negaban cualquier tipo de sumisión de su organización a los dictados del clero católico. El articulista despeja cualquier duda a este respecto:

"...la objeción no puede sugerirse ni mucho menos exigirse como única opción responsable. Nuestros obispos no lo han hecho, y no vamos a ser más que ellos, que en materia de fe y moral sí tienen la autoridad."
Si alguien pensaba que PpE era una organizacion laica, es decir, que trataba de defender principios universalizables, aceptables y beneficiosos para todos independientemente de su credo... pues craso error. Como afirmé siempre que tuve oportunidad, PpE no es más que un tentáculo de la ICAR que mancilla el buen nombre de la ética para encubrir la moral revelada de unos iluminados que dicen hablar por boca del único dios verdadero. Es decir, se trata de leguleyos criados en la teta de fundaciones educativas religiosas cuyas meninges son siervas de la doctrina moral ultraconservadora y reaccionaria del clericado español.

Pero es en su segundo hito donde el artículo consuma definitivamente la marcha atrás de las tesis objetoras, con el consiguiente abandono a su suerte de los centenares de familias y de niños que la Iglesia y sus abogados han utilizado miserablemente en una lucha de intereses que no ha hecho más que perjudicarlos educativamente. El abuso en todos los sentidos y la manipulación de los niños es una constante en la historia del clero católico, no estoy descubriendo ningún sobado mediterraneo. Del mismo modo, la teología puesta al servicio de intereses espurios es el arma propagandística más peligrosa, porque por su propia definición pretende que asumamos acríticamente la incontrastabilidad de sus herramientas y resultados. Pues en este caso a una perversión se le ha sumado la otra:

"...la objeción de conciencia en este caso no es un deber moral, es decir no obliga. Hay casos donde sí puede serlo. Concretamente, la resistencia pacífica a cumplir una norma legal que obliga a cometer un mal absoluto (caso aborto, caso adorar a los dioses romanos o reconocer al rey como pontífice de Cristo, entre otros) es no sólo un derecho, sino un deber, al menos para los cristianos.(...) lo que tampoco es aceptable es que se acuse al que persevere en su objeción de fundamentalista, de imbécil, de poco razonable o de irresponsable para con sus hijos. Si lo hace es perfectamente consciente de las consecuencias, con libertad y responsabilidad como familia. Los padres objetores ya tienen “callo”, y saben a lo que se exponen. Porque supone perseverar por amor y convencimiento de que es posible un bien superior, a costa de importantes sacrificios en la persona de sus hijos, lo que más quieren."

Y la felonía se corona con el siguiente casticismo, para que quede claro:
"la gallina colabora, mientras que el cerdo compromete."

Es decir. Sepan ustedes señores padres objetores: los cerdos sacrificados son sus hijos, cuyo progreso escolar ha sido puesto en compromiso por las amenazas, las tergiversaciones, las mentiras, las acusaciones y los insultos perpertrados por el clero católico y sus siervos con la finalidad de mantener en propiedad el monopolio de la enseñanza de valores. Los gallinas son los profesionales de la indecencia que, como Pilatos, ahora se lavan las manos cargando la responsabilidad de la insumisión sobre ustedes, los padres (a los cuales mandaban al infierno por "colaboradores del Mal" si no objetaban). No contentos con dicha felonía, estos canallas hacen filigranas retóricas para salvar a los monseñores, relativizando el deber moral que suponía negarse a asistir a EpC e insometerse a una ley injusta, tal y como decían que era la susodicha asignatura, y en contra de la cual había que ir con todos los medios legítimos a su alcance. Y si la única manera legítima de no cumplir una ley es objetarla, y la objeción no ha lugar según la Justicia, entonces ¿cómo ha dejado de ser un deber moral seguir los dictados de los prelados sin contradecir su autoridad? Los deján a ustedes a los pies de los caballos.

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