Contra el sexualismo intelectualista de Álvaro Pombo

lunes, 27 de julio de 2009

... En una reciente entrevista para La Razón el escritor y amigo de José Antonio Marina, Álvaro Pombo, ha criticado que el movimiento reivindicativo homosexual mantenga el día del Orgullo Gay y la cultura de la "salida del armario" como rasgos identificativos. En su opinión,
"el mundo reivindicativo gay se está poniendo muy pesado y es contraproducente para el movimiento mismo. Éste debe ser un momento de normalización y no de exacerbación porque no hay nuevas ideas (...) Lo que estoy planteando es ese dislate de fiestas con uniformes nazis. "
Bajo mi punto de vista no sólo es que la edad haya vuelto al pensamiento de Pombo un tanto conservador en tanto parece molestarle la dimensión jolgórica -ruidosa- de la reivindicación, sino que aparenta no entender en su totalidad la naturaleza del conflicto que gira en torno a la publicidad de la homosexualidad. El movimiento gay no es un movimiento por la normalización, sino un movimiento contra lo normal. El campo de batalla donde se reclaman los derechos homosexuales no son sesudos tratados médicos ni ensayos existencialistas, porque la homofobia común es una cosa muy chusca y reaccionaria que no atiende a la razón teórica, sino a la razón práctica de quien enarbola el tabú de la tradición para zanjar las discusiones. Por eso hay que enfrentarla mediante la alegría, la obscenidad y el escándalo, que son sus antivalores. La homofobia es, en el fondo, la tiranía de la normalidad, el elogio de la estandarización del sentir y el sufrir humano. Mientras haya un individuo que enarbole el sentido común o la normalidad tendrán sentido el humor, los carnavales y el desfile del Orgullo Gay.

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Sobre el estatus ontológico de los DDHH

viernes, 17 de julio de 2009

... Encuentro un texto del filósofo del derecho Eugenio Bulygin donde explica diáfanamente la concepción ultramoderna de los Derechos Humanos:

"Es claro que si no hay normas morales absolutas, objetivamente válidas, tampoco puede haber derechos morales absolutos y, en particular, derechos humanos universalmente válidos. ¿Significa esto que no hay en absoluto derechos morales y que los derechos humanos sólo pueden estar fundados en el derecho positivo? Esta pregunta no es muy clara y no cabe dar una respuesta unívoca.


Por un lado, nada impide hablar de derechos morales y de derechos humanos, pero tales derechos no pueden pretender a una validez absoluta. Ellos sólo pueden ser interpretados como exigencias que se formulan al orden jurídico positivo desde el punto de vista de un determinado sistema moral. Si un orden jurídico positivo cumple o no efectivamente con esas exigencias es una cuestión distinta, que sólo puede ser contestada en relación a un determinado orden jurídico y un determinado sistema moral.

Por lo tanto, los derechos humanos no son algo dado, sino una exigencia o pretensión. Recién con su "positivización" por la legislación o la constitución los derechos humanos se convierten en algo tangible, en una especie de realidad, aun cuando esa "realidad" sea jurídica. Pero cuando un orden jurídico positivo, sea éste nacional o internacional, incorpora los derechos humanos, cabe hablar de derechos humanos jurídicos y no ya meramente morales.

Se me podría reprochar que esta concepción de los derechos humanos los priva de cimientos sólidos y los deja al capricho del legislador positivo. Por lo tanto, la concepción positivista de los derechos humanos sería políticamente peligrosa. Sin embargo, no veo ventajas en cerrar los ojos a la realidad y postular un terreno firme donde no lo hay. Y para defenderme del ataque podría retrucar que es políticamente peligroso crear la ilusión de seguridad, cuando la realidad es muy otra. Si no existe un derecho natural o una moral absoluta, entonces los derechos humanos son efectivamente muy frágiles, pero la actitud correcta no es crear sustitutos ficticios para tranquilidad de los débiles, sino afrontar la situación con decisión y coraje: si se quiere que los derechos humanos tengan vigencia efectiva hay que lograr que el legislador positivo los asegure a través de las disposiciones constitucionales correspondientes y que los hombres respeten efectivamente la constitución.

Por eso, la fundamentación de los derechos humanos en el derecho natural o en una moral absoluta no sólo es teóricamente poco convincente, sino políticamente sospechosa, pues una fundamentación de este tipo tiende a crear una falsa sensación de seguridad: si los derechos humanos tienen una base tan firme, no hace falta preocuparse mayormente por su suerte, ya que ellos no pueden ser aniquilados por el hombre. Para la concepción positivista, en cambio, los derechos humanos son una muy frágil, pero no por ello menos valiosa conquista del hombre, a la que hay que cuidar con especial esmero, si no se quiere que esa conquista se pierda, como tantas otras.

La discusión en torno a la fundamentación de los derechos humanos presenta una marcada analogía con la que se suscitó al comienzo de la edad moderna y muy especialmente en la Ilustración respecto a la existencia de Dios. También en aquella época se esgrimió el argumento de que sin Dios el hombre se encontraría solo en medio de un universo hóstil y la vida no tendría sentido. Pero si Dios no existe, de nada vale postular su existencia y fomentar la fe. Hay que probar la existencia de Dios de una manera independiente a las tristes consecuencias que acarrearía su ausencia. Y si tal prueba no se produce, la actitud racional consiste en afrontar la realidad, exactamente como en el caso de los derechos humanos."

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