El feto como logo postmoderno

miércoles, 25 de noviembre de 2009

"El domingo por la mañana puse la televisión, La 2, “la de todos”, ¿recuerdan? Y me encontré con un programa antiaborto. Un programa que el Gobierno regala a la iglesia católica por la cara, en la tele pública para que durante un buen rato un cura nos diga que la iglesia está discriminada. Bueno, a lo que vamos, la presentadora despidió el programa enseñando a la cámara ese fetillo de plástico que es como el logo del movimiento antiaborto. Ya habíamos visto a ese fetillo en las calles el día de la manifestación y desde entonces aparece por todas partes. Yo tuve en mis manos uno que me entregó una chica muy pía y muy limpia a la salida de misa (salía ella, no yo; yo pasaba por allí). Lo tiré al suelo muy furiosa y ahora me arrepiento de no haberlo guardado porque el fetillo de plástico es todo un icono de la postmodernidad. Es un éxito, un milagro podríamos decir, del merchandising.

Hace un par de semanas en el programa La Noria, la antiabortista y gran teórica Isabel Durán mostraba ese mismo fetillo a sus oponentes de la misma manera que se mostraría un diente de ajo frente a un vampiro, mientras gritaba: “¡Esto es un feto de doce semana!”. De haber estado yo allí sentada, (ya me hubiera gustado), le hubiera dicho: “No, eso no es un feto de dos meses, es un muñeco de plástico”. No estoy afirmando una boutade, sino precisamente haciendo notar lo fundamental de este asunto, porque si ese muñeco fuera un feto lo que estaríamos viendo en realidad sería a una mujer; a una mujer real y con voz, con opiniones y derechos, un ser humanos con sus dolores, con sus preocupaciones y sus necesidades. Un ser humano capaz de tomar decisiones, un ser humano con historia, con su propia historia. El embrión no existe sin nosotras, aunque a nosotras se nos haya hecho desaparecer.

La teórica estadounidense Petchesky ha escrito mucho de la imagen de ese feto que han inventado los antiabortistas y que aparece siempre aislado de la mujer que lo porta; y lo ha definido como una de las campañas mejor diseñadas de la historia. El feto como marca, como icono de la cultura popular, como un fetiche de la postmodernidad. Esa imagen exitosa ha conseguido plenamente su propósito: suplantar a la mujer, invisibilizarla, borrarla. El feto nunca aparece en donde verdaderamente está, en el vientre de una mujer. Una mujer que tiene rostro, que tiene una vida, una historia, que tiene algo que decir, y quizá algo que contar acerca de cómo ha llegado a estar embarazada. Una mujer que puede llegar a decir lo que no quieren permitirle que diga: “Mi vida es mía, mi cuerpo es mío”.

El feto se impone sobre la embarazada, de alguna manera la posee y la domina. Ella le porta a él de manera pasiva y él es el que tiene que nacer a costa de lo que sea. El feto nos ha suplantado y se ha instaurado una especie de fetocentrismo fuera del útero. La embarazada es sólo un espacio vacío que se llena de algo que casi se presenta como ajeno y que la domina, y que se impone a su vida. Se ha roto la frontera entre embrión y bebé. Un embrión se presenta siempre como un bebé indefenso y solo, mientras que la mujer ya no es nada, ni se la ve, ni se la escucha, ni existe. En realidad es una incubadora que no tiene nada que decir sobre su propia vida, sobre su cuerpo, sobre lo que ocurre en su cuerpo. Haber dejado que el fetillo nos haga desaparecer ha sido un éxito que se han apuntado los que quieren controlar nuestras vidas para que sean menos nuestras y más de ese orden que quieren (re)instaurar. No podemos dejar que ese fetillo de plástico nos borre, así sin más."


Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales.

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El aborto de las menores: otra falsa polémica

martes, 27 de octubre de 2009

Por su interés reproduzco aquí un interesante análisis legal de la cuestión firmado bajo el pseudónimo de Jacobo Dopico por un comentarista del blog de Wyoming. Sin duda resulta muy esclarecedor.

  1. La Ley General de Sanidad, vigente hasta 2002, decía: si un menor es maduro (o sea: si entiende el significado de la intervención, sus posibles secuelas y las consecuencias de NO adoptarla), sólo él puede prestar consentimiento a una intervención médica. Esta regla regía para cualquier intervención médica. También para abortos legales.
  2. La Ley de Autonomía del Paciente (2002 - PDF) decía lo mismo pero introducía una extraña excepción: el artículo 9.4, que decía que en materia de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la prestación del consentimiento seguiría ”lo establecido con carácter general sobre la mayoría de edad”.
    1. Parece claro que querían hacer una excepción y obligar a que sólo los padres pudiesen consentir.
    2. Pero fueron tan burros que no lo hicieron. Se remitieron a otra normativa: ”lo establecido con carácter general sobre la mayoría de edad”.
    3. ”Lo establecido con carácter general sobre la mayoría de edad” está recogido en elart. 162 del Código Civil: Los padres representan a los menores salvo en ”Los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo con las leyes y con sus condiciones de madurez, pueda realizar por sí mismo”. Nadieduda que el aborto está ahí incluido.
    4. Cómo hacer un pan como unas tortas: quisieron inventar un régimen especial para el aborto, pero se remitieron al régimen general del Código Civil… que no es tan BESTIA como para permitir que un padre decida sobre el cuerpo de una adolescente.
    5. Esta es la solución que en EE.UU. rige desde la sentencia Planned Parenthood, y la que rige en el mundo civilizado (la duda es a partir de cuándo se considera que una menor es una ”mature minor”).
  3. ¿Y qué hace el Anteproyecto? Eliminar la mención al aborto del art. 9.4. Eliminar laaparente excepción (que no funcionaba como tal). En materia de minoría de edad, el Anteproyecto pretende devolvernos a la situación previa a 2002. Nada nuevo. El art. 9.4 de la Ley de 2002 es un pestiño en el que se ha ciscado todo Dios, así que lo elimina. Esto significa que decide la menor si es madura. Si no, deciden los padres. Por encima de 16, siempre la menor. Y esto es impepinable. Imagínense ustedes la alternativa, si pudiesen decidir los padres:
    1. ¿Imaginan qué horror que un padre pudiese obligar a una menor a abortar contra su voluntad porque había sido violada?
    2. ¿Imaginan qué horror que un padre pudiese obligar a una menor violada a continuar su embarazo, a alterar física, química y anímicamente su cuerpo hasta someterse a un parto o a una cesárea (intervención quirúrgica)?
      • Son actos de violencia inimaginables en un Estado de Derecho (sólo hay un caso en que los padres podrían someter a la menor madura al aborto, y es la misma excepción que en el resto de los tratamientos médicos: cuando es la única solución para evitar su muerte).
    3. Como ven, hasta ahora no se ha dicho ni Pamplona sobre si los padres deben serinformados o no. Sólo se trata quién decide. Lo que dice la prensa a este respecto es basura.
      1. Un padre no puede aspirar a decidir sobre el cuerpo de la menor. Pero sí puede aspirar a ser informado sobre extremos muy importantes de la salud física o psíqui ca de la menor.
      2. Hay abortos y abortos. Así, abortos antes de las 7 semanas s uelen ser meramente farmacológicos y aproblemáticos desde casi todo punto de vista: no parece que sea algo que deba ser comu nicado al padre. Pero las cosas cambian a partir de ahí. No es irrazonable pretender estar informado de una intervención abortiva sobre la propia hija, aunque sea ella quien decida.
      3. Ocurre, no obstante, que a veces las hijas se pueden ver intimidadas por la comunicación a los padres. Habría que introducir en la ley la regulación del derecho a conocer de los padres, y cuándo una menor puede eludirlo. En esos casos, los servicios sociales deberían sustituir a los padres, acompañando a una menor a través de un proceso que puede ser muy duro para ser atravesado a solas.
      4. Pero en Igualdad no quieren ni oír hablar de colaborar con los servicios sociales… porque no se fían de las Comunidades del PP, en especial Madrid y Valencia.
    4. Da vergüenza oír a gente del PSOE decir ”es que si mi hija decidiese abortar sin consultar conmigo…”: La ley no trata de eso, desinformado. Léete el anteproyecto de tu propio partido, irresponsable.
    5. Da vergüenza oír el trato que la gente del PP ha dado a una cuestión tan delicada. Zapatero metió fetos-bomba en los trenes del 11-M para que mintiesen sobre los trajes de Camps. Esta gente deberá pagar algún día.
    6. Da vergüenza ver cómo el texto salido de Igualdad no ha pretendido buscar el consenso (que sí era posible), sino que ha pretendido hacer una Ley-Proclama. Las leyes deben reflejar el sentir social. El sentir social es, más o menos, el que contiene la ley, que técnicamente en este punto está bien. Pero el tono general de la exposición de motivos es de un ”trágala”. ”Trágala, Conservador”. Qué falta de responsabilidad política: con eso están metiendo directamente en la batalla electoral una cuestión de capital importancia y enorme delicadeza (abortos de menores). Con esto no se juega, irresponsables. ¿Que el PP iba a hacerlo antes o después? No sé. Pero se lo habéis puesto a huevo. Y desde el punto de vista estratégico, van ganando (si lo hubieseis planteado bien, no irían ganando). En Igualdad tienen buenos asesores técnicos, pero la dirección política es patética.
  4. Los conflictos entre padres e hijas en este aspecto son poco conocidos, como todo lo que se esconde tras las paredes del domicilio familiar… Pero os sorprendería saber que la mayoría de los casos de los que tienen noticia en los centros médicos, las presiones paternas (incluyendo amenazas, etc.) son ¡para que la menor aborte!

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Asistencia a la procesión antiabortista

lunes, 19 de octubre de 2009

... Para finalizar con este esperpéntico asunto vamos a mostrar una vez más como la mentira y la manipulación de la opinión pública es la labor principal a la que se aplican las mentes pensantes antiabortistas.

Los llamados bailes de cifras suelen ser habituales e incluso comprensibles en el recuento de una manifestación. Al no aplicarse por las instituciones oficiales un método científicamente riguroso de hacer la cuenta, ésta queda al albur de las estimaciones a ojímetro de unos y otros, lo cual abre la puerta de par en par a la manipulación del recuento en función de intereses propagandísticos. No olvidemos que una manifestación es, precisamente, un pulso a las instituciones públicas de las que se reclama una atención no alcanzada mediante procedimientos ordinarios (elecciones, contenciosos administrativos, judiciales, etc.) Esta lucha abierta parece legitimar el uso de estrategias no demasiado ortodoxas, como el uso de la fuerza (destrozos del mobiliario público), de la calumnia (mediante discursos incendiarios y/o ofensivos para enfervorecer a las masas) y, sobre todo, de la mentira. En este paréntesis de la cotidianidad democrática se establece una especie de "todo vale" donde sujetos que por separado no cambiarían ni un jarrón de sitio, en manada, sin embargo, se sienten embargados de una autoridad cuasi religiosa ante la que sus congéneres deberían arrodillarse y rendir pleitesía; al menos mientras que la autoridad policial, literalmente, no los detenga a porrazos.

Ahora bien, hasta hace unos años las horquillas de participación solían mantenerse en un rango que, por decirlo así, no atentaba escandalosamente contra el sentido común y la inteligencia de una persona corriente. Se daba por supuesto, sin más, que unos estimarían a la baja y otros al alza en función de que se adscribieran a las ideas o intereses de las administraciones públicas o de los manifestados, respectivamente.  El punto de inflexión se produjo con la comprensión por parte de la derecha de que la democracia había llegado para quedarse, y que, aunque el poder de mantener su status quo seguía residiendo en buena parte en el control directo que mantienen sobre los poderes fácticos de nuestra sociedad (el económico, el educativo, el religioso, el político y el mediático), sin embargo había medidas a las que no podrían plantar cara a medio y largo plazo si no llevaban a cabo una verdadera lucha social con la que lograr el apoyo de grandes masas de población que no compartían (aún) su clase e intereses. Se inició entonces la caza del tonto útil en la jungla de cristal.

Este afán de los reaccionarios por situarse detrás de una pancarta no surgió espontáneamente en su acomodadas sienes. Tuvieron que recabar a su causa antiguos marxistas totalitarios sobrevenidos a burgueses para que se sacudiesen el polvo de confesionario -que no la caspa- y se decidieran finalmente a recuperar lo que ya fuera de su propiedad durante el reinado del terror franquista. La explosiva mezcla de técnicas revolucionarias con el tradicionalismo cavernario ha terminado dando por resultado unas estrafalarias procesiones familiares donde los tronos se sustituyen por pancartas y globitos, la guardia civil por niños de papá investidos con la autoridad de un peto fluorescente, la misa del gallo por mitines musicales, y el Cristo y su madre por Aznar y su señora.

Todo este aquelarre alcanza su punto álgido, su verdadera justificación, en la destilación que las fuerzas y medios convocantes y afines hacen del recuento del número de asistentes. La cifra deberá coincidir exactamente con la deseada y anticipada durante semanas o meses antes, y su demostración no requerirá más que del criterio de autoridad de quien la establezca. La consigna es que cada una de las convocatorias debe ser inexorablemente la manifestación más multitudinaria de la historia de España y lo contrario será condenado irremediablemente a la herejía. De esta manera empezamos a tener que tragarnos, atónitos, asistencias millonarias imposibles física y metafísicamente de aceptar, pero por lo visto moralmente necesarias pues estabamos ni más ni menos que ante el desarrollo de un plan escatológico por el que la pervertida y condenada España iba a recuperar , por obra y gracia de María y del Niño Jesús, las esencias enajenadas para restituirse de nuevo en faro de la Cristiandad. El último gran movimiento antiabortista habría, de este modo, logrado reunir a 2.000.000 de almas (Intereconomía), 1.500.000 (organizadores, Telemadrid, Libertad Digital), o 250.000 (policía); cifras todas ellas dadas sin cotas de error y, por tanto, científicamente insignificantes a parte de racionalmente inasumible (supondrían densidades de entre 40 y 20 personas por metro cuadrado).

He aquí que el chollo se les ha acabado a estos mentirosos compulsivos a raiz de un par de iniciativas de corte racionalista. La primera de ellas lleva por nombre "El Manifestómetro", y acometió la tarea de medir a pie de asfalto las verdaderas concentraciones de individuos por área así como su extensión para con ellas estimar indirectamente la horquilla de asistentes. La otra ha surgido últimamente de mano de la iniciativa privada y se hace llamar "Lynce". La metodología de ésta última es aún más certera pues no estima sino que cuenta una por una, mediante una aplicación informática de reconocimiento óptico, el número de cabezas existentes en imagenes cenitales de las concentraciones. Con la introducción de esta herramienta se inicia auténticamente el recuento significativo de asistentes por estar sus datos enmarcados en sus correspondientes márgenes de error, algo que los aspirantes a teólogos y seminaristas de los medios confesionales no podían contemplar al estar acostumbrados a manejar conocimiento infalible, ergo falso.

La conclusión ha sido devastadora: de los 2.000.000 invocados por los antiabortistas sólo se manifestaron 55.318 en la realidad. ¡36 veces menos! Para que se hagan una idea: si fuera producto del error habría sido equivalente a confundir un guisante con una sandía; lo cual significa que nada de error y sí mucho de sinvergonzonería. A esta indecente manipulación de los hechos lleva el fanatismo y el maquiavelismo ilimitado. Querían usar la democracia para sus intereses y para ello no se les ocurrió mejor manera que tiranizar a los números retorciéndolos a su antojo y capricho hasta el punto de la parodia.

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¿Tiene el nasciturus derecho a la vida?

sábado, 17 de octubre de 2009

Los antiabortistas usan la mentira como arma propagandística en el convencimiento de que ningún medio es inapropiado para defender el fin máximo: el valor de la vida. Ignacio Arsuaga, líder de la organización antiabortista HazteOir (relacionada por algunos con El Yunque, organización terrorista mejicana de ideología ultracatólica) usa este arma revolucionaria para responder a una pregunta planteada en el chat reseñado en el anterior post:

P: "Entiendo su postura, pero ¿no creen que va en contra de la ley? (Carmen)"


R: "La Constitución reconoce el Derecho a la Vida, incluido el del nasciturus, y así lo reconoció el Tribunal Constitucional en 1985. La Ley no puede autorizar matar a un inocente."

Ante semejante patraña, un pequeño recordatorio de lo que ha dictaminado el Tribunal Constitucional español con respecto al derecho a la vida del nasciturus:

Sentencia 53/1985: ”...los argumentos aducidos por los recurrentes no pueden estimarse para fundamentar la tesis de que al nasciturus le corresponda también la titularidad del derecho a la vida”

Sentencia 212/1996: ”El art. 15 C.E., en efecto, reconoce como derecho fundamental el derecho de todos a la vida, derecho fundamental del que, como tal y con arreglo a la STC 53/1985, son titulares los nacidos, sin que quepa extender esta titularidad a los nascituri: Así, «los argumentos aducidos por los recurrentes no pueden estimarse para fundamentar la tesis de que al nasciturus le corresponda también la titularidad del derecho a la vida» (fundamento jurídico 7.)”

Sentencia 116/1999: ”...cumple recordar que ni los preembriones no implantados ni, con mayor razón, los simples gametos son, a efectos, «persona humana», por lo que del hecho de quedar a disposición de los bancos tras el transcurso de determinado plazo de tiempo, difícilmente puede resultar contrarío al derecho a la vida (art. 16 C.E.) o a la dignidad humana (art10.1 C.E.).”

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Canallería antiabortista

... Me encuentro con la siguiente reflexión de Ignacio Arsuaga, líder del lobby integrista HazteOir, en respuesta a la pregunta de una mujer:

P: "Tengo tres hijos de 15,11 y 8 años. Estoy embarazada de 10 semanas y le han detectado una grave enfermedad. Me han advertido de posibles hemorragias internas. Sólo pienso en mis hijos mayores y lo que les podría pasar si yo falto. ¿Debería abortar? (Pilar)"


R: "Conozco muchos casos en los que se ha detectado una enfermedad grave en el no nacido y luego no era tal. ¿Qué es una enfermedad grave? Las hemorragias internas, ¿hacen peligrar su vida? Lo siento, pero no puedo decidir por Ud. Yo sólo le animo a estar abierta a la vida y a que no adopte una decisión que no tiene retorno."

Contestación que no puede provocar más que arcadas por el infinito cinismo, irresponsabilidad y canallería que demuestra. En primer lugar el sujeto siembra la duda sobre un diagnóstico médico sin aportar el más mínimo elemento de juicio teórico o empírico que le permita lanzar tan irresponsable afirmación. La consigna es: tu médico puede estar mintiéndote para inducirte a abortar. No confíes en la medicina sino en mí que, aunque no te he hecho ni una sóla prueba clínica ni tengo el más mínimo conocimiento de medicina, estoy autorizado por el mismísimo Dios para pontificar en bioética, pediatría, ginecología y lo que sea menester en mor de la causa antiabortista.

La segunda felonía consiste en instaurar un relativismo científico de primer orden cuestionando el criterio de gravedad del especialista que atendió a quien le pregunta. Los profetas del absolutismo dogmático y revelado frecuentemente recurren a relativizar las verdades científicas para reforzar sus creencias y supersticiones, las cuales vendrían a solventar las lagunas epistemológicas racionalistas. El mensaje es: la ciencia es humana y se equivoca, en cambio mi criterio es eterno e inmutable y no está basado en categorías falibles sino en mandamientos del mismísimo Dios. Si tu ojo te hace pecar arráncatelo, y si la ciencia te induce a abortar anula tu capacidad de raciocinio.

El tercer consejo es el más escabroso y repulsivo. El hijo de mil padres que esta tarde va a sacar a la calle a una manada de fanáticos lobotomizados para tratar de imponernos a todos sus criterios religiosos se atreve al infinito acto de cinismo de -ante el encontronazo con la cruda realidad- devolver a la mujer en apuros la responsabilidad de una decisión que previamente le había arrebatado criminalizando la opción de la interrupción del embarazo. Esta es ni más ni menos la ayuda y el compromiso prometido por los grupos anti-decisión a las madres: usted se lo guisa, pues con su pan se lo coma. Si aborta la criminalizaré; y si no aborta será la única responsable de los problemas que ello le acarree. Para entonces yo ya tendré mi conciencia convenientemente lavada y mi alma salvada.

Canallería, inmoralidad, misoginia, inhumanidad, malicia, sociopatía e impiedad en estado químicamente puro.


Actualización:

Resulta que la misma pregunta le fue lanzada al cabecilla de una organización de familias ultracatólicas, Benigno Blanco, y esto fue lo que respondió:

P: "Tengo tres hijos de 12,8 y 5 años. Estoy embarazada de 10 semanas y le han detectado una grave enfermedad. Me han advertido que de seguir con el embarazo puedo tener hemorragias internas y poner mi vida en peligro. Sólo pienso en mis tres hijos mayores y lo que pasaría si yo falto ¿qué puedo hacer? (Pilar de Madrid)"

R: "Debe usted ponerse en manos de los mejores médicos posibles. Hoy día en España, gracias a Dios, no existe ninguna enfermedad incompatible con el embrazo que no pueda ser tratada, aunque obviamente puede haber situaciones complicadas. Le suguiero también que quiera a su hijo no nacido con el mismo cariño con que quiere a los tres mayores. Si actua así no se equivocará nunca aunque pueda usted pasarlo muy mal. Le deseo de todo corazón que acierte en sus decisiones y la acompañaré desde lejos desde ahora."

Como vemos una contestación muy similar, pues también deja caer la duda sobre el criterio médico a la hora de diagnósticar la gravedad y el peligro del embarazo. Prosigue con una ridícula y frívola manifestación de sentimentalismo barato, el cual naturalmente no curará la enfermedad del feto ni coagulará las hermorragias internas de la madre. Por último la felonía, una vez más, de dejar abandonada a su suerte a la mujer, a la cual dice, el desvergonzado, que "acompañará desde lejos". Esa es la responsabilidad que toman los antiabortistas con las consecuencias de su ideología. Es decir, ninguna. Usted se lo guisa usted se lo come. Pero como no haga lo que mi ideología dicta pagará por ello.

La entrevista con este deleznable e insensible individuo contiene otras perlas, por ejemplo cuando después de un cúmulo de consignas vacuas y políticamente correctas expone la única propuesta en positivo que he logrado escucharles:

"La condena penal debiera ser para quienes practican el aborto."

Es decir, traducido: Castigaremos a los médicos para que no puedan realizarse abortos con seguridad sanitaria y las mujeres pongan en riesgo sus vidas utilizando medios tradicionales, abortos clandestinos y, la que tenga posibles, tenga que viajar al extranjero como ocurría en el siglo pasado. El resultado es conocido: las que puedan seguirán abortando, y las que no -las mujeres más desfavorecidas- morirán desangradas o quedarán mal paradas tanto física como psicológicamente. 

Esa es la inhumanidad antiabortista en su estado más crudo y más real.

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Gádor Joya ordena salvaguardar su feudo antiabortista de la crítica

miércoles, 7 de octubre de 2009

Así es amigos. Y para ello ha echado mano de burdas maniobras informáticas cuya fallida intención es impedirnos navegar por HazteOir y aledaños a los que apostamos por el diálogo. Los nervios empezaron a cundir en el ambiente de la Doctora Joya Verde cuando algunos ciudadanos le tomamos la palabra -cosa que no esperaba- y tratamos de intercambiar con ella planteamientos sobre el aborto en su blog de COPE. Los argumentos debieron de ser particularmente acertados puesto que la historia acabó con una cascada de insultos contra los discrepantes y, finalmente, con una censura fulminante que ya narré anteriormente. Al día siguiente llegó a hacerse eco de la discusión en el programa radiofónico donde interviene -La Estrella Polar, dirigido por el fascista José Javier Esparza- escandalizándose por que se le hubiera recordado en su blog que la propuesta de debatir en televisión con el Presidente del Gobierno no era más que una estrategia para hacerle publicidad al picnic antiabortista que ha montado para mediados de este mes.


Pero la cosa no acabó ahí. No contenta con ésta violación de los principios democráticos y humanos más básicos, la pediatra fundamentalista ha ordenado censurar las páginas que ha considerado oportuno que no visitemos sus adversarios ideológicos. La estrategia, a parte de propia de una mentalidad pecata, sectaria y totalitaria, es mezquina y falsaria, puesto que en lugar de informar de la prohibición impuesta trata de engañar a sus víctimas para que éstas crean que hay algún problema técnico en las páginas que Gador Joya y su equipo de censores informáticos les han vetado. Así, si intentamos entrar en algún blog particular de la red de blogs de HazteOir el navegador nos devuelve a la página principal del lobby ultraderechista, y si tratamos de entrar en la página principal de la red de blogs nos sale la siguiente página informativa del servidor Apache:




Sin embargo es falso, ya que si nos saltamos el cutre cordón sanitario informático nos aparece el entorno público usual:


El hecho de que esta estrategia no sea nueva hace sospechar de la estrecha colaboración que existe entre los grupúsculos ultramontanos. Por ejemplo hace tiempo la página Educación para la tiranía, (del entorno de Libertad Digital), ya desaparecida, censuraba del mismo modo a los discrepantes (mostrando un mensaje donde se advertía de que la página estaba bajo construcción... eterna). Lo mismo sucede con la página del extremista falangista y nacionalcatólico Elentir, en el que éste programa un bonita imagen de la Osa Mayor para imposibilitar el acceso a sus "interesantísimos" contenidos:



cuando en realidad sigue albergando su tradicional bazofia intelectual y moral:



Todo esto hace pensar sobre los estrechos vínculos que seguramente existan entre individuos como Isaac Jiménez (alias Isaacj)-experto informático de la COPE y de Libertad Digital- y Javier Prieto Ramirez (alias Elentir) -socio o incluso probablemente fundador de la conservadora plataforma informática Outono.net que se encarga de diseñar las páginas de los lobbys antiabortistas.

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Ultracoherencia anarcoliberal

lunes, 5 de octubre de 2009

... Encuentro en RedLiberal el siguiente anuncio de un libro:



Por lo visto el cabrón, pederasta y terrorista del autor niega el derecho al honor y los derechos de autor. ¿Pero podremos confiar en un neoliberal? La respuesta en la primera página del ensayo:



Así pues mejor será retractarse de lo dicho, no vaya a ser que se vuelva socialista y me denuncie.

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La antiabortista que quiere debatir con Zapatero censura a los abortistas de su blog

martes, 29 de septiembre de 2009

Así es amigos. Desde esta tarde un servidor ya no puede contrastar argumentos con los fieles de la doctora Joya Verde. "¿Qué bestialidades habrás dicho para que una señora tan comprometida con los valores sociales y la dignidad humana te haya expulsado?", pensará algún malicioso. Hagamos un repaso de los calificativos vertidos contra los que apoyamos la reforma de la ley del aborto:

"nacional-socialista,  troll, antisemita, frívolo, criminal, miente, engaña, coopera con la mentira el mal y la muerte,  vientre convertido en corredor de la muerte, aberración, no tiene conciencia, verdugo, canalla, depravado, imbécil, dice sandeces, radical sanguinario, enfermo, sin catadura moral, totalitario, gentuza sectaria, asesino, memo, hortera, sectareo (sic) antidemócrata, indolente ayuno de verdad y conocimiento, rayano en la oligofrenia, dictador, resentido, lacayo, ruín, mente irracional y débil, no tiene cojones, cobardes, incapaz, nuevo Herodes, soberbio, rencoroso, malvado, incompetente."

Muchas de estas joyas han sido dirigidas contra el presidente Zapatero y su gobierno, con quien Gádor Joya dice pretender dialogar. Visto que ninguno de los perpetradores de semejantes lindezas ha sido censurado hay que colegir que la propietaria del blog está de acuerdo con ellos o de lo contrario habría procedido a expulsarlos, como ha hecho conmigo sin reparo alguno. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

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Se pilla antes a un antiabortista....

lunes, 28 de septiembre de 2009

... La fotogénica líder antiabortista Gádor Joya Verde ha exigido al Presidente del Gobierno que debata con ella en la televisión pública -entre esos focos y cámaras que tanto la adoran- la propuesta de reforma de la ley sobre la interrupción del embarazo. Por lo visto las clases de EpC han empezado a surtir efecto, pues incluso los más fervientes opositores a la asignatura de ética cívica y valores democráticos abrazan por fin sus enseñanzas sobre la virtualidad del diálogo en la dilucidación de soluciones morales universalizables.

Este acontecimiento me ha producido una moderada euforia que me ha impulsado a no esperar la decisión de Zapatero e iniciar por mi cuenta y riesgo el proceso de diálogo en el blog de la doctora con tan lujosos apellidos.

Sin embargo la decepción ha sido mayúscula cuando mi propuesta abortista, lejos de ser rebatida, ha acabado recibiendo la siguiente respuesta por parte de uno de los fieles al movimiento:
"Y para Urbek: si como dice es Ud. abortista, pues váyase a un foro abortista y deje de tocar las narices en este. Déjese ya de dar lecciones de democracia y de intentar extender sus ideas sobre “el derecho al aborto”, “el derecho a decidir” y esas otras milongas que aquí me parece que Ud la lleva clara. Le recomiendo que escriba Ud en un foro feminista o de lo “políticamente correcto” que allí, a lo mejor, no tiene que convencer a nadie porque ya están todos convencidos."
Respuesta que me ha apesadumbrado tanto como sorprendido. ¿Cómo es que quienes van tan sobrados de razones, certezas y verdades en este asunto rehuyen del debate cuando se les plantea?  Tampoco se entiende ni parece muy cristiano que quienes se creen investidos de una "razón y superioridad objetiva" rehusen devolver al camino correcto a los que nos encontramos instalados en un error tan gravísimo... ¿Habrá que sospechar que la propuesta a Zapatero no es más que una impostura cuyo finalidad real no es más que hacer publicidad gratis del mitin antiabortista que han convocado para octubre?

Y para no abandonar la estupefacción: ¿cómo explicar la negativa de los movimientos antiabortistas a instituirse en plataformas electorales, no pudiendo dudarse de que desde semejante superioridad intelectual y ética sin lugar a dudas ganarían cualquier comicio de calle, lo que les permitiría detener “el genocidio del aborto” en unos pocos años? ¿Es que 100.000 “asesinatos” al año no se merecen el pequeño esfuerzo de confirmar el masivo apoyo ciudadano del que se presume presentándose a un refrendo democrático que los siente en la Moncloa?

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La recuperación de la autoridad

sábado, 26 de septiembre de 2009

"Hace ya casi cincuenta años, Hannah Arendt, en un estudio titulado ¿Qué es la autoridad?, después de comprobar “un derrumbe de todas las autoridades tradicionales” destacaba que esa crisis “ha ganado las esferas prepolíticas, como la educación y la instrucción de los niños, donde la autoridad, en el sentido más amplio, siempre fue aceptada como una necesidad natural, manifiestamente requerida tanto por necesidades naturales –la dependencia del niño-, como por necesidad política: la continuidad de una civilización constituida, que sólo puede estar asegurada si los que nacen son introducidos a un mundo preestablecido, al que nacen como extraños”.
Comienzo por esta cita para indicar que el tema de la “autoridad” es de una gran envergadura y que va más allá del mundo educativo. Una vez más, la situación en la escuela es un reflejo de la situación extraescolar. La crisis de autoridad es, en parte, fruto del abuso de la autoridad que se dio en el mundo político, social y religioso durante el pasado siglo, lo que produjo un miedo y rechazo de la autoridad, y un descrédito generalizado de todo lo que tuviera que ver con las instituciones y el poder. Por esta razón, sería conveniente un debate social a todos los niveles para recuperar, en primer lugar, la noción y la palabra, que están parcialmente pervertidas. Pondré un ejemplo claro de este escollo lingüístico aplicado a la educación.
Los tratadistas anglosajones distinguen cuatro estilos fundamentales de “parenting”, de educación y crianza: negligente, permisivo, autoritario y autoritativo (authoritative). Con esta palabra indican un modo de educar exigente, pero cálido, atento a las necesidades y a los derechos del niño, que no cae en excesos autoritarios del tipo “cuando seas padre comerás huevos”, que todos escuchamos en nuestra infancia. Pues bien, el termino “authoritative” no tiene sinónimo en castellano. Se suele traducir como “democrático”, lo que no me parece correcto. Sería preferible usar la expresión “con autoridad”, pero resulta larga y confusa. En mis libros la he traducido por “educación responsable”, siendo consciente de la falta de exactitud. El tema de la autoridad se plantea en la escuela en relación con los problemas de indisciplina, de conductas disruptivas en el aula y, en los últimos tiempos, de agresiones a los profesores. Por todas partes se oyen voces pidiendo más autoridad, que no sólo provienen de los profesores. En La Vanguardia (20-12-2006) leo: “Los alumnos también piden autoridad”.
Según una encuesta hecha a 1200 alumnos de 1º a 4º de ESO, los alumnos creen “que no se castigan las agresiones” y son ellos mismos los que reclaman que se haga. El informe dice que “el desarrollo de una autoridad justa (ni excesiva ni ausente) debe contribuir a las relaciones de convivencia”. El alumnado reclama un profesorado próximo y con autoridad. Y en las conclusiones se recomienda “otorgar a la disciplina en el aula el valor instrumental que le corresponde”. Entre los teóricos de la educación, también existe una preocupación por recuperar este tema. William Damon, director de la última edición del gigantesco Handbook of Child Psychology, ha publicado un libro titulado: Great Expectations. Overcoming the Culture of Indulgence in America’s Homes and School (The Free Press, Nueva York, 1995).
Esta “cultura de la indulgencia” ha producido muchas disfunciones educativas que conviene corregir. La recuperación de la autoridad pasa por la clarificación del concepto. Respecto de las normas, podemos exigir al alumno dos comportamientos: la obediencia o el respeto. Aunque ambas actitudes parezcan iguales –porque, en último término producen efectos muy parecidos- tienen mecanismos distintos. La obediencia implica sumisión a las órdenes de quien tiene poder para darlas. Respeto, en cambio, implica un reconocimiento de la dignidad, la capacidad o el valor intrínseco de la persona cuyas indicaciones se van a seguir. Esta es la diferencia que ya señalaron los juristas romanos al distinguir la potestas –el poder- de la auctoritas.
Como escribe Ciceron en su Discurso contra Pison, “lo que aún no podía realizar por poder, lo consiguió por autoridad”. Este significado de la palabra “autoridad” se mantiene en la expresión “es una autoridad en medicina”, es decir, su opinión tiene que ser tenida en cuenta, porque ha demostrado su conocimiento y su pericia. En este caso, la autoridad sería una cualidad individual, demostrada y reconocida. Sin embargo, en Roma, la auctoritas política la tenía el Senado, que sólo podía aconsejar pero no mandar. Como también decía Ciceron, “el poder lo tiene el pueblo, pero la autoridad la tiene el Senado”, y la unión de ambos se expresaba en la expresión jurídicaSenatus populusque romanus, el Senado y el pueblo romano. Esta esla autoridad institucional o de estatus.
Con esta excursión histórica sólo pretendía aportar herramientas conceptuales para el debate. En educación, como en el campo político, las normas pueden imponerse mediante poder y mediante laautoridad. Y esta puede ser institucional o personal. Aquella se recibe del puesto que se ocupa, esta se gana con el propio comportamiento. Pondré como ejemplo la familia, que también sufre una crisis de autoridad. Los padres pueden ejercer sobre sus hijos el poder, incluso el poder legal. Son más fuertes, tienen más medios, y la ley protege su patria potestad. Ocurre, como en la interacción política, que ese modo de imponer conductas a veces no funciona o no es posible o no se quiere. Por eso, tanto en un campo como en otro, se ha procurado desde tiempo inmemorial, rodear el poder con un halo de autoridad institucional.
La sacralidad de la monarquía o la jerarquía del padre en la sociedad patriarcal eran dos manifestaciones. Por detrás de ella estaba el poder puro y duro, pero nadie quería que tuviera que ejercerse. Por último, en ciertos casos, tanto los padres como los gobernantes tenían, además, autoridad personal. El emperador Augusto escribía: “Yo tenía el mismo poder que mis colegas, pero mayor autoridad”. Volvamos a la escuela. Los docentes tienen un cierto poder (pueden dar premios o castigar), los equipos directivos y los consejos escolares también, y deben ejercerlo cuando sea necesario. Y las “autoridades” educativas deben ayudar a que ese poder sea justo y eficaz. Es decir, hay normas básicas de convivencia que hay que imponer, de la misma manera que la policía tiene que imponer que se cumplan las normas de tráfico.
Ciertamente, dentro de un marco educativo debe hacerse lo posible porque los alumnos comprendan, reconozcan, participen, asuman la redacción y cumplimiento de las normas. Pero también deben aprender que las leyes justas hay que cumplirlas. Sin embargo, ese ejercicio del poder debe reducirse al mínimo indispensable, y ser sustituido por la autoridad, es decir, por un modo de comportamiento que provoque respeto y aceptación. ¿Qué tipo de autoridad? Aquí entramos en el núcleo de la cuestión. La escuela debe recuperar laautoridad institucional que ha perdido, de la misma manera que la han perdido otras instituciones públicas –sistema judicial, partidos políticos, iglesias, sindicatos, familia, etc. Es la autoridad que se transmitía a los docentes. Su estatus era respetado, con independencia de las características concretas del profesor. Si su comportamiento no era adecuado a su estatus, “se le perdía el respeto”.
Esta es, pues, la primera autoridad que hay que recuperar. Es una autoridad que la propia escuela debe empeñarse en ganar corporativamente, y ese debe ser uno de nuestros objetivos inmediatos, en el que los Centros deben jugar un papel decisivo, y en el que las autoridades educativas, los colectivos de padres y madres, los medios de comunicación, el sistema político y judicial deben colaborar. La decisión de convertir en causa penal las agresiones a profesores va en esa dirección, pero debe ir acompañada por otras muchas medidas. Iniciativas como el “Homenaje al maestro” y el “Premio a la Acción magisterial” instituido por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, en las que me honro en participar, son necesarias.
La autoridad institucional es conferida por la sociedad, pero ganada y exigida por la institución. Lo que digo de la escuela sirve también para los padres. Por último, queda la autoridad personal. Creo que la recuperación de esa autoridad es asunto de cada uno de nosotros. Cuando la autoridad institucional era muy poderosa, el esfuerzo personal casi no era necesario, porque nuestro estatus nos protegía. Lo mismo sucede a los padres. Su estatus ya no les protege. A todos nos corresponde, en primer lugar, ser conscientes de la dignidad de lo que estamos haciendo, comportarnos de acuerdo con esa dignidad, y exigir a los demás que nos traten también de acuerdo con ella."
José Antonio Marina

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Objeción a la sentencia del TSJCyL que apoya la objeción

jueves, 24 de septiembre de 2009

... El movimiento insumiso/objetor contrario a la asignatura de EpC ha decidido momentáneamente admitir el Estado de Derecho gracias a que una sentencia judicial apoya sus intereses de conciencia. Hasta que se les pase la euforia y vuelvan al monte a llamar a la desobediencia civil, hay que recordarles que no todo él es orégano y que la argumentación del voto particular de la presidenta de la sala que ha emitido dicho dictamen pone de manifiesto la debilidad del fundamento jurídico en la que se basa. En base a dicha argumentación la sentencia es perfectamente recurrible por contraria a la jurisprudencia sentada por el TS:

Aplicando la Jurisprudencia que emana del Alto Tribunal (TS), hay que concluir que no cuestionada por la parte recurrente la constitucionalidad de la L.O. 2/2006, de 3 de mayo, habiéndose dictado la normativa reglamentaria estatal en desarrollo de la citada Ley Orgánica, no cuestionada la legalidad de los Decretos autonómicos de desarrollo ( cuya legalidad ha sido estudiada y esencialmente declarada por esta Sala en los recursos núm. 1732/2007, resuelto por sentencia núm. 1391/2009, de fecha 29 de mayo de 2009, y en el recurso núm. 1731/2007 resuelto por sentencia núm. 1048, de 27 de abril de 2009), descartada la existencia de un derecho a la objeción de conciencia de alcance general y de un derecho a la objeción de conciencia constreñido al ámbito educativo, y sin que el art. 27.3 de la Constitución española permita pedir dispensas o exenciones (FJ octavo de la citada sentencia del TS dictada en el recurso núm. 949/2008) , el hijo/s de la parte actora debe de cursar la materia de Educación para la Ciudadanía.

A tenor de este fundamento la presidenta de la sala recuerda que “las citadas sentencias (del TS) constituyen jurisprudencia y son Fuente del Derecho, que obliga a los demás Jueces y Tribunales (art. 1.6 del CC).” y “que la posición de dicho Tribunal como garante primero de los derechos fundamentales se recoge en la STC 188/1994, de 20 de junio que dice “…posibilitando con ello la intervención del Tribunal Supremo, al que, como cúspide de la jurisdicción ordinaria, le corresponde con carácter preferente –no subsidiario, como es el caso con este Tribunal Constitucional- la defensa de los derechos fundamentales, y con cuya intervención última en la vía ordinaria se asegura un efecto unificador de la doctrina legal que sirve a fines tan relevantes como la garantía del principio de seguridad jurídica o del principio mismo de igualdad en la aplicación de la Ley.

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Contra el sexualismo intelectualista de Álvaro Pombo

lunes, 27 de julio de 2009

... En una reciente entrevista para La Razón el escritor y amigo de José Antonio Marina, Álvaro Pombo, ha criticado que el movimiento reivindicativo homosexual mantenga el día del Orgullo Gay y la cultura de la "salida del armario" como rasgos identificativos. En su opinión,
"el mundo reivindicativo gay se está poniendo muy pesado y es contraproducente para el movimiento mismo. Éste debe ser un momento de normalización y no de exacerbación porque no hay nuevas ideas (...) Lo que estoy planteando es ese dislate de fiestas con uniformes nazis. "
Bajo mi punto de vista no sólo es que la edad haya vuelto al pensamiento de Pombo un tanto conservador en tanto parece molestarle la dimensión jolgórica -ruidosa- de la reivindicación, sino que aparenta no entender en su totalidad la naturaleza del conflicto que gira en torno a la publicidad de la homosexualidad. El movimiento gay no es un movimiento por la normalización, sino un movimiento contra lo normal. El campo de batalla donde se reclaman los derechos homosexuales no son sesudos tratados médicos ni ensayos existencialistas, porque la homofobia común es una cosa muy chusca y reaccionaria que no atiende a la razón teórica, sino a la razón práctica de quien enarbola el tabú de la tradición para zanjar las discusiones. Por eso hay que enfrentarla mediante la alegría, la obscenidad y el escándalo, que son sus antivalores. La homofobia es, en el fondo, la tiranía de la normalidad, el elogio de la estandarización del sentir y el sufrir humano. Mientras haya un individuo que enarbole el sentido común o la normalidad tendrán sentido el humor, los carnavales y el desfile del Orgullo Gay.

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Sobre el estatus ontológico de los DDHH

viernes, 17 de julio de 2009

... Encuentro un texto del filósofo del derecho Eugenio Bulygin donde explica diáfanamente la concepción ultramoderna de los Derechos Humanos:

"Es claro que si no hay normas morales absolutas, objetivamente válidas, tampoco puede haber derechos morales absolutos y, en particular, derechos humanos universalmente válidos. ¿Significa esto que no hay en absoluto derechos morales y que los derechos humanos sólo pueden estar fundados en el derecho positivo? Esta pregunta no es muy clara y no cabe dar una respuesta unívoca.


Por un lado, nada impide hablar de derechos morales y de derechos humanos, pero tales derechos no pueden pretender a una validez absoluta. Ellos sólo pueden ser interpretados como exigencias que se formulan al orden jurídico positivo desde el punto de vista de un determinado sistema moral. Si un orden jurídico positivo cumple o no efectivamente con esas exigencias es una cuestión distinta, que sólo puede ser contestada en relación a un determinado orden jurídico y un determinado sistema moral.

Por lo tanto, los derechos humanos no son algo dado, sino una exigencia o pretensión. Recién con su "positivización" por la legislación o la constitución los derechos humanos se convierten en algo tangible, en una especie de realidad, aun cuando esa "realidad" sea jurídica. Pero cuando un orden jurídico positivo, sea éste nacional o internacional, incorpora los derechos humanos, cabe hablar de derechos humanos jurídicos y no ya meramente morales.

Se me podría reprochar que esta concepción de los derechos humanos los priva de cimientos sólidos y los deja al capricho del legislador positivo. Por lo tanto, la concepción positivista de los derechos humanos sería políticamente peligrosa. Sin embargo, no veo ventajas en cerrar los ojos a la realidad y postular un terreno firme donde no lo hay. Y para defenderme del ataque podría retrucar que es políticamente peligroso crear la ilusión de seguridad, cuando la realidad es muy otra. Si no existe un derecho natural o una moral absoluta, entonces los derechos humanos son efectivamente muy frágiles, pero la actitud correcta no es crear sustitutos ficticios para tranquilidad de los débiles, sino afrontar la situación con decisión y coraje: si se quiere que los derechos humanos tengan vigencia efectiva hay que lograr que el legislador positivo los asegure a través de las disposiciones constitucionales correspondientes y que los hombres respeten efectivamente la constitución.

Por eso, la fundamentación de los derechos humanos en el derecho natural o en una moral absoluta no sólo es teóricamente poco convincente, sino políticamente sospechosa, pues una fundamentación de este tipo tiende a crear una falsa sensación de seguridad: si los derechos humanos tienen una base tan firme, no hace falta preocuparse mayormente por su suerte, ya que ellos no pueden ser aniquilados por el hombre. Para la concepción positivista, en cambio, los derechos humanos son una muy frágil, pero no por ello menos valiosa conquista del hombre, a la que hay que cuidar con especial esmero, si no se quiere que esa conquista se pierda, como tantas otras.

La discusión en torno a la fundamentación de los derechos humanos presenta una marcada analogía con la que se suscitó al comienzo de la edad moderna y muy especialmente en la Ilustración respecto a la existencia de Dios. También en aquella época se esgrimió el argumento de que sin Dios el hombre se encontraría solo en medio de un universo hóstil y la vida no tendría sentido. Pero si Dios no existe, de nada vale postular su existencia y fomentar la fe. Hay que probar la existencia de Dios de una manera independiente a las tristes consecuencias que acarrearía su ausencia. Y si tal prueba no se produce, la actitud racional consiste en afrontar la realidad, exactamente como en el caso de los derechos humanos."

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El nacionalsocialismo como modelo de eficacia liberal

lunes, 29 de junio de 2009

... Leo en la página del Instituto Juan de Mariana el anuncio de una conferencia cuyo título me escandaliza:
"La eficiencia dinámica en la economía de un campo de concentración nazi. David Sanz explicará cómo era el sistema económico dentro de los campos de concentración nazis y lo empleará de ejemplo para afianzar ciertos conceptos económicos."

Lo que me parece reseñable no es que se permita impartir semejante charla, ni que alguien piense que pueden extraerse enseñanzas de la manera en que los nazis administraban los campos de concentración, sino que sus impulsores admitan la puesta de la razón al servicio de la maldad. ¿Qué aprenderán los asistentes, sino la manera en la que puede regentarse un matadero de personas? ¿De qué eficacia hablan? ¿De la eficacia para imponer el terror? ¿De la eficacia en la manera de exterminar y deshacerse de los cuerpos? No, claro. Todos saldrán muy animados creyendo haber aprendido sublimes nociones econométricas mientras se ponen a salvo de la barbarie mediante alguna conjura preventiva de los crímenes nazis. Una concepción metafísica de la maldad como ente ajeno a los mecanismos con los que se la realiza es la que permite semejante inconsciencia. La misma identificación de la razón como razón instrumental fue precisamente la que llevó al nazismo a sus más altas cotas de salvajismo, pues ocultó la verdadera naturaleza de sus tropelías bajo la fascinación que suscita una herramienta que demuestra su eficacia.

Posiblemente ninguno de los asistentes a dicha conferencia saldrá convertido en más racista, homófobo o nacionalista de lo que ya fuera, pero sí que podemos estar seguros de que en caso de haber asimilado el propósito de la misma albergará el íntimo deseo de aplicar las técnicas aprendidas para tratar como ganado a algún grupo de personas en mor de sus intereses.

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Crónica de una batalla

martes, 23 de junio de 2009

... España es prácticamente el único país civilizado donde se ha puesto en duda la legitimidad del estado democrático para enseñar valores en la escuela pública. Lo atribuyo al excesivo poder social e institucional que todavía conserva la Iglesia Católica después de los últimos 40 años de imposición totalitaria. En su seno se vienen formando "bajo demanda" grupúsculos y asociaciones falsamente laicas que enmascaran su parentesco ideológico bajo la apariencia de movimientos cívicos espontáneos, cuando nada de espontáneo hay en el adoctrinamiento para el propagandismo, el proselitismo y la conquista del reinado social de Cristo en el que se educan sus dirigentes. Muchos empiezan negando su verdadero ideario e intenciones, que irán dosificando según la estrategia lo aconseje.

El caso de Profesionales por la Ética resulta paradigmático, pues era frecuente escuchar a Urcelay reclamando su independencia de los dictados vaticanos cuando se enfrentaba con retórica leguleya a los argumentos de José Antonio Marina y los de otros filósofos y educadores que denunciaban el contubernio de organizaciones tan heterogéneas, así como su relación con la oscura intención clerical de mantener el monopolio sobre la educación moral de los españoles.
En el ámbito de internet -donde el anonimato permite rifirrafes más descarnados- la impostura era más difícil de mantener, y a poco que se rascara surgían por doquier tales profesionales crucifijo en mano arreando principios revelados y doctrina social de la Santa Madre contra aquellos a quienes habían asignado el papel de herejes. Sus filias y fobias los delataron aún con más contundencia, pues jamás han dejado escapar una ocasión de soltar lindezas cuando saltaba a la palestra temas de los que comprometen de cintura para abajo, parte que obsesiona especialmente a la casta de célibes a los que su pensamiento rinde servidumbre.
Así, han llenado páginas y páginas denunciando todo lo que apuntase a que temas como el comportamiento homosexual, la diversidad familiar o la descriminalización del aborto serían tratados de una manera neutra, sin establecer una condena sumaria a priori de definirse los conceptos a estudiar y de analizarse la problemática que los rodea. El propósito de vacunarse contra los prejuicios lo condenaron rápidamente con el cargo de relativismo, el más grave que puede dictaminar un juez dogmático.

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Justicia y necesidad

viernes, 19 de junio de 2009

... La organización defensora de los animales PETA ha criticado al Presidente de los EEUU por haber fulminado de un manotazo a una mosca durante el transcurso de una entrevista televisada, lo que ha levantado cierto revuelo. Cuando los sustancialistas se ocupan del problema ético del trato a los seres vivos no humanos surgen dos corrientes, los "vitalistas" y los "humanistas". Para aquellos -entre los que se encuentran los miembros de PETA- la vida es objetivamente un valor, y Obama ha actuado objetivamente mal. Para éstos, sin embargo, la única vida objetivamente valiosa es la humana, y les llega a causar hilaridad que alguien se escandalice por la eliminación de un insecto. Como resulta habitual en ésta postura última, se ha echado mano del recurrente argumento de contraejemplificar mencionando los casos de todas esas vidas no humanas que son eliminadas cotidianamente sin que ello provoque cargo de conciencia alguno.

De ninguna de esas posturas resulta una teoría ética sostenible. Lo malo de lo que ha hecho Obama no es que una mosca haya muerto, sino haber tenido que llegar a matarla. Ahí reside el meollo ético de este asunto. Me parece magnífico que los de PETA no se limiten a condenar el acto, sino que se esfuercen en proponer cómo se podría haber solventado el problema salvaguardando la integridad del insecto, demostrando con ello que su interés en la vida animal es sincero y no una mera pose ideológica con la que atizar a diestro y siniestro. Aunque haya quien se lo tome a risa este es un asunto muy serio, porque el dinamismo de la creación ética se conduce en relación a valores, y no podemos devaluar la vida aunque sea la del ser más insignificante. Puede que no haya más remedio que cometer una mala acción para zanjar un problema, pero nunca caigamos en la trampa de justificar esa sumisión a lo necesario, al "no haber más remedio", porque estaremos haciendo un flaquísimo favor al proyecto más grande de la humanidad, como es el de crear opciones buenas en la realidad y darnos la posibilidad de elegirlas.

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De excrementos antiabortistas y otras secreciones mentales

miércoles, 20 de mayo de 2009

... En el ciclo de conferencias sobre el legado de Darwin celebrado en Sevilla hace unos días narraba Alberto Vazquez Figueroa el increíble caso del "hombre-mono", un híbrido de madre humana y padre simio cuya quimérica calavera exponía con orgullo cierta tribu africana en lo alto de una choza para disfrute de los turistas. Pensaba yo mientras tanto qué consideración moral les merecería a los creyentes en una ética sustancialista la matanza de este ser a caballo entre dos especies. Ajenos a dicha paradoja, los antiabortistas han vuelto a saltar a la yugular de la Ministra de Igualdad a raiz de sus últimas declaraciones, donde afirmaba que "[el embrión] es un ser vivo, pero no es un ser humano".

Aunque la señora Bibiana Aído no sea ni mucho menos una luminaria del pensamiento occidental, hay que recordar la vieja máxima de que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero. ¿Es razonable dicha afirmación? A medias. Expliquemos por qué.

La expresión linguística de la cuestión tal y como la plantean los antiabortistas es intencionalmente ambigua y puede ser respondida tanto afirmativa como negativamente, en función de la interpretación que prime. Una cosa es ser “humano” -esencia- y otra muy distinta el “ser ” humano -existencia. El embrión, el espermatozoide o la caca son humanos en tanto se les atribuye esencia humana y no perruna o caprina. Sin embargo de ahí no se deduce que al espermatozoide, el embrión o la caca humanas haya que reconocerles humanidad y, consecuentemente, Derechos Humanos. La dignidad se le reconoce al “ser” humano, es decir, no a lo que se le predica la humanidad como atributo, sino lo que es sustantivamente humano, al sujeto humano, o incluso mejor, a la existencia humana. Cual sea el modo de ser auténticamente humano es la verdera cuestión.

Los antiabortistas usan dicha ambigüedad para plantear a renglón seguido la falaz contradicción que repiten una y otra vez en forma de pregunta capciosa -si un embrión no es un ser humano, ¿entonces de qué especie es?- que, como hemos visto, remite a la interpretación esencialista de la fórmula "ser humano" (de cuya respuesta se encarga la ciencia) y no a la interpretación existencialista, que es la que involucra a la filosofía y preocupa a la ética.

Directamente relacionada con la disquisición anterior se encuentra las presunta evidencia incontestable que enarbolan los antiabortistas cuando hablan del ADN humano (antes alma) y lo presentan como el sustrato de la dignidad, del cual cuelgan todos los valores morales. Se trata de una impostura, pues nada hay de moralmente relevante en determinada configuración de una cadena de ácido desoxirribonucleico tal y como pretenden los antiabortistas, sino que, en sentido inverso, partimos de la noción o fenómeno moral de “la humanidad” ya dado por el contexto cultural y es desde esa plataforma que, cuando nos proponemos hacer ética, buscamos una propiedad universalizable con la que catalogarla, que podrá ser el ADN u otra cosa. Pero decir que un ser es digno porque tiene determinado ADN es como decir que un excremento es bellísimo porque lo defecó Picasso. Un sinsentido completo.

Lo que ocurre es que al bajar a la realidad a corroborar nuestros prejuicios encontramos lo que previamente hemos puesto nosotros en ellos. Por ello la ciencia, la biología o la genética son disciplinas que no tienen nada que decirnos sobre lo que es “ser” humano y lo que no es serlo. Una vez definida la humanidad podemos detectar a posteriori lo “humano”, pero no podemos encontrar lo que es “ser” humano mirando por un microscopio una cadena de ácido desoxirribonucleico ni ninguna otra cosa.

Sin embargo, la ciega ética sustancialista, como una máquina de Turing desbocada, no encuentra razón suficiente para detener esta descontextualización de la noción de humanidad, que acaba llevándola hasta el absurdo de tener que considerar que el contenido de una placa de Petri tiene el mismo valor moral que un padre de familia. El concepto de posibilidad, de potencia, les sigue confundiendo de tal manera que incluso dudan de que no se pueda trepar a una semilla de roble para huír de un oso. No entienden que la existencia de la bellota y no la idea platónica de Roble constitiuya el verdadero ser de la bellota, con respecto al cual se conduce todo ente sensato. Por eso los cerdos, que son el colmo de la sensatez, comen bellotas y no robles.

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Cría buitres...

martes, 7 de abril de 2009

"Ayer, incluso, la sustituta de Losantos en Semana Santa indicó que no podían dar paso a las llamadas del contestador, porque la mayor parte contenían insultos y descalificaciones contra la propiedad de la cadena." (Publico.es)

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¿Por qué nadie defiende a los no fecundados?

domingo, 29 de marzo de 2009

... Ya está bien de mirar para otro lado mientras delante de nuestras narices son asesinados cada día millones de seres humanos no fecundados tirándolos a la papelera del váter. ¿Qué culpa tienen esos inocentes de que no haya podido llegar un espermatozoide a la trompa de Falopio? La mujer es responsable de que cada uno de sus gametos no logre seguir desarrollándose como dicta su naturaleza, ya que no hace todo lo que está en su mano por asegurar su derecho a la vida. La figura legal correspondiente es la negligencia con resultado de muerte, y se castiga en el caso de los niños nacidos.

En este caso no puede culparse a ningún tercero. Es la mujer la que se cree con la libertad de decidir por sí misma si yace o no con varón, a sabiendas de que una negativa supondrá una segura condena de muerte para su óvulo. Si pudiéramos oirlo, el ovocito nos pediría a gritos las sustancias que le aporta el espermatozoide y que necesita para empezar a dividirse y crecer, de la misma forma que un cigoto reclama las sutancias que le aporta la sangre materna para llegar a la etapa de embrión, y de ahí hasta la de feto y más.

La vida humana se desarrolla sin solución de continuidad desde la producción de los gametos masculino y femenino hasta la muerte, a pesar de que en las primeras etapas la distancia entre éstos sea mayor que en el momento de la fecundación. Ello no es excusa, puesto que la física nos enseña que siempre existe espacio entre las partículas, incluso en el seno de la materia más densa. ¿Vamos a discriminar a un no fertilizado por el mero hecho de que la distancia entre los cromosomas de cada pareja es unos órdenes de magnitud mayor que cuando el espermatozoide logra penetrar en el núcleo del gameto femenino? ¡La distancia no puede ser excusa para matar óvulos y espermatozoides que no han tenido la ocasión de acercarse! El niño de la imagen no es más que un óvulo al que se le ha proporcionado lo que necesita para desarrollarse. ¿Cómo podemos matarlo sin remordimientos?

La moral no puede hacer discriminaciones por razones de espacio, puesto que la dignidad es algo intrínseco a la condición humana que no depende de tamaños o distancias. ¿O acaso un óvulo no tiene condición humana? ¿Puede, acaso, llegar a dar un hipopótamo? No, o muere o llega a dar un bebé como el del cartel de la campaña antiabortista de la Conferencia Episcopal Española. ¿Qué tipo de sociedad enferma es la que se lava las manos ante semejante diatriba? Los que somos coherentes con la cultura de la vida y despreciamos la cultura de la muerte debemos condenar y condenamos la eliminación de toda potencialidad humana desde su origen auténtico.

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La cosa y el nombre de la cosa

martes, 24 de marzo de 2009

... Los antiabortistas han introducido en su renovado discurso cientifista un nuevo hallazgo retórico que trata de dar vistosidad a su mediocre argumentación: la solución de continuidad. Se trata de un concepto del análisis diferencial que da cuenta de las condiciones que hacen posible enlazar dos soluciones de una ecuación "sin levantar el lápiz del papel". La expresión ha hecho fortuna en la jerga periodística, donde se utiliza en modo negativo -sin solución de continuidad- para referirse a aquellos procesos que tienen lugar ininterrumpidamente (no haría falta la solución de continuidad). Pues bien, según los autodefinidos como intelectuales en el Manifiesto de Madrid,

"la Embriología (...) revela cómo se desenvuelve [el desarrollo embrionario] sin solución de continuidad".

Con dicha fórmula pretenden haber demostrado que eliminar un embrión es lo mismo que matar al vecino del quinto, o que lo mismo da comerse una bellota que arrancar un roble, como ejemplificaba recientemente Jesús Mosterín. Lo moralmente relevante no sería la cosa, sino el nombre de la cosa, que siempre permanece frente a los cambios contingentes: la tradicional esencia del ser. No en vano Heidegger culpó a los matemáticos griegos del originario error sustancialista.

Pero centremos el fondo de la cuestión. Todo este circo argumentativo busca como referencia al principio fundacional de los Derechos Humanos, según el cual la dignidad es una propiedad que tenemos los seres humanos por el hecho de serlo. Los instalados en una concepción ontológica tradicional interpretan esta afirmación como una tesis descriptiva iusnaturalista, y por ello han enfocado sus esfuerzos en demostrarla preguntándole a la biología si el embrión es humano.

Sin embargo, la carta de DDHH no es un tratado de derecho natural, sino de derecho constituyente. Esto quiere decir que no hay derechos como hay páncreas o hígado. La dignidad no es una característica real de nuestra especie, sino una posibilidad proyectada por nuestra inteligencia creadora, que pretende constituirnos en seres a salvaguardar no por lo que somos, sino por lo que queremos ser. La humanidad de la que habla la carta de la ONU es una segunda naturaleza que pretendemos darnos reconociéndonos valores a lo largo de una ardua lucha de siglos. Pero para que esa naturaleza funcione hay que creer en ella. En ese sentido puede decirse que está más emparentada con la magia que con la ciencia, ya que necesita de la connivencia explícita de todos los que queremos acogernos a sus dones.

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La falacia del hombre de paja en la discusión del aborto

miércoles, 18 de marzo de 2009

... Últimamente resulta frecuente escuchar a los antiabortistas esgrimir argumentos cuya validez provendría de una supuesta autorización científica. Han asumido lo que Marina llama el principio ético de la verdad, núcleo duro del laicismo, y según el cual para defender una postura en el ámbito público -y, sobretodo, en aquellas cuestiones que afectan a terceros- no basta con apelar a verdades de fe legitimadas por una autoridad religiosa o a otras evidencias privadas. La asunción inconsciente e involuntaria de este principio les lleva a buscar el prestigio de las verdades universales que nos proporciona la actividad científica con el fin de sostener sus posturas.

El más repetido de esos argumentos/mantras es aquel según el cual el embrión, desde el momento de su concepción, es un ser vivo, lo cual es tomado como evidencia más que suficiente para zanjar a su favor toda discusión en torno al derecho del nasciturus a engendrarse e incluso llegar a nacer en contra de la voluntad de quien tiene que engendrarlo, parirlo y cuidarlo. Se trata de una falacia comúnmente conocida como "del hombre de paja", y que consiste en contraargumentar implícita o explícitamente una tesis que no ha sido formulada por el interlocutor. En este caso, la falsa tesis sostendría la inexistencia de vida antes del nacimiento, siendo la vida el fundamento de todo derecho, y por ello el aborto jamás podría considerarse asesinato. Una vez demostrado lo contrario, se habría conseguido justificar la incriminación de las mujeres como autoras de un horrendo crímen.

Sin embargo, ningún partidario serio del aborto sostiene semejante majadería. La vida no empieza con el nacimiento, como es obvio, y, de hecho, tampoco se genera en la concepción, como sostiene el reciente Manifiesto de Madrid firmado por decenas de científicos, retóricos, moralistas y leguleyos en comunión con la Santa Madre Iglesia. Aunque huelga decirlo, la vida surgió hace al menos 4.000 millones de años y desde entonces se ha transmitido ininterrumpidamente hasta nuestros días. Como doy por supuesto que estos señores toman antibióticos, es decir, destruyen a la vida en su forma bacteriana (que es mayor, más compleja y más autónoma que los preembriones por los que se rasgan las vestiduras) y sospecho que comen opíparamente (toman hongos, plantas y animales sacrificados), ergo su sensibilidad moral se limita a la vida humana, me pregunto: ¿por qué defienden una fase de la vida humana y no cualquier forma de vida humana? ¿Es que el espermatozoide y el óvulo no son humanos? ¿O no los consideran seres vivos? ¿No han visto nunca como el espermatozoide agita su flagelo ávido de perpetuar su código genético único e irrepetible? ¿Habría que prohibir, en coherencia con el discurso antiabortista, las poluciones nocturnas y el ciclo menstrual?

Los antiabortistas que hayan llegado hasta aquí todavía no se habrán percatado de la dificultad de salvar estas consecuencias de sus planteamientos, y alegarán que es una barbaridad comparar un espermatozoide a un óvulo fecundado. ¿Pero, por qué? ¿Qué tiene el segundo que le falte al primero? ¿Más ácido desoxirribonucleico? ¿Qué moralista sería tan estúpido como para colgar la validez de los principios y valores de su teoría moral en la composición química o la cantidad u orden de bases nitrogenadas existentes en el interior de un núcleo celular? Si mañana nos visitase una civilización extraterrestre que amistosamente nos concediese la cura del cáncer, la fórmula de la fusión fria y el fin del hambre en el mundo, pero cuya biología funcionase a partir de la química del silicio, ¿los exterminaríamos sin remordimientos? Sin irnos a la moral ficción, ¿podemos seguir considerando prójimos sujetos de compasión a los individuos que, aquejados de Sindrome de Down, no tienen 22 pares de cromosomas (sufren trisomía en el par 21)? Es más, si cada individuo de los que pululan por nuestro entorno tiene una huella genética distinta, ¿cuál de ellas se corresponde a la del ser humano fetén? ¿Cuál es el gen, la molécula o el elemento químico donde reside la dignidad humana?


La ingenuidad de los sustancialistas judeocristianos, que sueñan con racionalizar su moral fundándola en las propiedades objetivas de las cosas, sigue sorprendiéndome. Se trata de un barco conceptual que se hunde al que se encuentran amarrados por falta de una reforma teológica muy profunda en los dogmas e instituciones a las que deben servidumbre. Mientras tanto tratan de colar de tapadillo su mercancía defectuosa en la sociedad laica, vistiendo la superstición del alma con los ropajes de la genómica. Han cambiado una sustancia por otra sin realizar el más mínimo análisis fenomenológico de la idea de res cartesiana, con lo que toda su moral se basa en una ontología errónea y una hermenéutica ciega para sí misma.

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Movimiento objetor: se acabó la función.

domingo, 15 de marzo de 2009

... La primera reacción oficial del movimiento objetor a la sentencia del Tribunal Supremo que legitima jurídicamente EpC fue sacar al aparato propagandístico de paseo para proclamar que no era cierto lo que veían nuestro ojos, y que, en realidad, el dictamen suponía un espaldarazo a sus reclamaciones. En esa alocada estrategia de huír hacia adelante, algunos de sus más destacados voceros llegaron a exigir al gobierno que se plegara ante su nueva posición de fuerza y negociara con ellos los contenidos de la asignatura o incluso llegase a eliminarla. Sin embargo, poco ha durado en pie semejante castillo de naipes retórico, y ya hay muestras suficientes de que los principios del movimiento se tambalean, y que los operarios de tamaña farsa empiezan a desmontar el escenario.

El primer indicio de dicha rectificación provino de Jaime Urcelay, una de las principales leguleyos del movimiento, de cuyo cambio de postura tuvimos constancia gracias al panfleto ultracatólico HazteOir. Según el pasquín, Urcelay acusaba a una periodista de TVE que le entrevistó de querer inducirle respuestas desanimantes para la feligresía objetora, a lo cual él, heróicamente, se habría negado, naturalmente. Como era obvio, dicho artículo trataba de justificar (mediante la técnica del ataque como mejor defensa) unas inconvenientes declaraciones donde Urcelay asumía que el dictamen del supremo dejaba desarmado jurídicamente a los insumisos, que tendrían que aceptar que sus hijos volvieran a las clases con normalidad.

Sin embargo la prueba definitiva de la tesis de la bajada de pantalones la he leído hoy mismo en el blog de la organización de Urcelay. El artículo alcanza dos grandes momentos. El primero de ellos acaece cuando nos da la razón a los que nos maliciábamos que Urcelay & Cia. nos mentían como bellacos cuando negaban cualquier tipo de sumisión de su organización a los dictados del clero católico. El articulista despeja cualquier duda a este respecto:

"...la objeción no puede sugerirse ni mucho menos exigirse como única opción responsable. Nuestros obispos no lo han hecho, y no vamos a ser más que ellos, que en materia de fe y moral sí tienen la autoridad."
Si alguien pensaba que PpE era una organizacion laica, es decir, que trataba de defender principios universalizables, aceptables y beneficiosos para todos independientemente de su credo... pues craso error. Como afirmé siempre que tuve oportunidad, PpE no es más que un tentáculo de la ICAR que mancilla el buen nombre de la ética para encubrir la moral revelada de unos iluminados que dicen hablar por boca del único dios verdadero. Es decir, se trata de leguleyos criados en la teta de fundaciones educativas religiosas cuyas meninges son siervas de la doctrina moral ultraconservadora y reaccionaria del clericado español.

Pero es en su segundo hito donde el artículo consuma definitivamente la marcha atrás de las tesis objetoras, con el consiguiente abandono a su suerte de los centenares de familias y de niños que la Iglesia y sus abogados han utilizado miserablemente en una lucha de intereses que no ha hecho más que perjudicarlos educativamente. El abuso en todos los sentidos y la manipulación de los niños es una constante en la historia del clero católico, no estoy descubriendo ningún sobado mediterraneo. Del mismo modo, la teología puesta al servicio de intereses espurios es el arma propagandística más peligrosa, porque por su propia definición pretende que asumamos acríticamente la incontrastabilidad de sus herramientas y resultados. Pues en este caso a una perversión se le ha sumado la otra:

"...la objeción de conciencia en este caso no es un deber moral, es decir no obliga. Hay casos donde sí puede serlo. Concretamente, la resistencia pacífica a cumplir una norma legal que obliga a cometer un mal absoluto (caso aborto, caso adorar a los dioses romanos o reconocer al rey como pontífice de Cristo, entre otros) es no sólo un derecho, sino un deber, al menos para los cristianos.(...) lo que tampoco es aceptable es que se acuse al que persevere en su objeción de fundamentalista, de imbécil, de poco razonable o de irresponsable para con sus hijos. Si lo hace es perfectamente consciente de las consecuencias, con libertad y responsabilidad como familia. Los padres objetores ya tienen “callo”, y saben a lo que se exponen. Porque supone perseverar por amor y convencimiento de que es posible un bien superior, a costa de importantes sacrificios en la persona de sus hijos, lo que más quieren."

Y la felonía se corona con el siguiente casticismo, para que quede claro:
"la gallina colabora, mientras que el cerdo compromete."

Es decir. Sepan ustedes señores padres objetores: los cerdos sacrificados son sus hijos, cuyo progreso escolar ha sido puesto en compromiso por las amenazas, las tergiversaciones, las mentiras, las acusaciones y los insultos perpertrados por el clero católico y sus siervos con la finalidad de mantener en propiedad el monopolio de la enseñanza de valores. Los gallinas son los profesionales de la indecencia que, como Pilatos, ahora se lavan las manos cargando la responsabilidad de la insumisión sobre ustedes, los padres (a los cuales mandaban al infierno por "colaboradores del Mal" si no objetaban). No contentos con dicha felonía, estos canallas hacen filigranas retóricas para salvar a los monseñores, relativizando el deber moral que suponía negarse a asistir a EpC e insometerse a una ley injusta, tal y como decían que era la susodicha asignatura, y en contra de la cual había que ir con todos los medios legítimos a su alcance. Y si la única manera legítima de no cumplir una ley es objetarla, y la objeción no ha lugar según la Justicia, entonces ¿cómo ha dejado de ser un deber moral seguir los dictados de los prelados sin contradecir su autoridad? Los deján a ustedes a los pies de los caballos.

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