Crónica de una batalla

martes, 23 de junio de 2009

... España es prácticamente el único país civilizado donde se ha puesto en duda la legitimidad del estado democrático para enseñar valores en la escuela pública. Lo atribuyo al excesivo poder social e institucional que todavía conserva la Iglesia Católica después de los últimos 40 años de imposición totalitaria. En su seno se vienen formando "bajo demanda" grupúsculos y asociaciones falsamente laicas que enmascaran su parentesco ideológico bajo la apariencia de movimientos cívicos espontáneos, cuando nada de espontáneo hay en el adoctrinamiento para el propagandismo, el proselitismo y la conquista del reinado social de Cristo en el que se educan sus dirigentes. Muchos empiezan negando su verdadero ideario e intenciones, que irán dosificando según la estrategia lo aconseje.

El caso de Profesionales por la Ética resulta paradigmático, pues era frecuente escuchar a Urcelay reclamando su independencia de los dictados vaticanos cuando se enfrentaba con retórica leguleya a los argumentos de José Antonio Marina y los de otros filósofos y educadores que denunciaban el contubernio de organizaciones tan heterogéneas, así como su relación con la oscura intención clerical de mantener el monopolio sobre la educación moral de los españoles.
En el ámbito de internet -donde el anonimato permite rifirrafes más descarnados- la impostura era más difícil de mantener, y a poco que se rascara surgían por doquier tales profesionales crucifijo en mano arreando principios revelados y doctrina social de la Santa Madre contra aquellos a quienes habían asignado el papel de herejes. Sus filias y fobias los delataron aún con más contundencia, pues jamás han dejado escapar una ocasión de soltar lindezas cuando saltaba a la palestra temas de los que comprometen de cintura para abajo, parte que obsesiona especialmente a la casta de célibes a los que su pensamiento rinde servidumbre.
Así, han llenado páginas y páginas denunciando todo lo que apuntase a que temas como el comportamiento homosexual, la diversidad familiar o la descriminalización del aborto serían tratados de una manera neutra, sin establecer una condena sumaria a priori de definirse los conceptos a estudiar y de analizarse la problemática que los rodea. El propósito de vacunarse contra los prejuicios lo condenaron rápidamente con el cargo de relativismo, el más grave que puede dictaminar un juez dogmático.

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