El nacionalsocialismo como modelo de eficacia liberal

lunes, 29 de junio de 2009

... Leo en la página del Instituto Juan de Mariana el anuncio de una conferencia cuyo título me escandaliza:
"La eficiencia dinámica en la economía de un campo de concentración nazi. David Sanz explicará cómo era el sistema económico dentro de los campos de concentración nazis y lo empleará de ejemplo para afianzar ciertos conceptos económicos."

Lo que me parece reseñable no es que se permita impartir semejante charla, ni que alguien piense que pueden extraerse enseñanzas de la manera en que los nazis administraban los campos de concentración, sino que sus impulsores admitan la puesta de la razón al servicio de la maldad. ¿Qué aprenderán los asistentes, sino la manera en la que puede regentarse un matadero de personas? ¿De qué eficacia hablan? ¿De la eficacia para imponer el terror? ¿De la eficacia en la manera de exterminar y deshacerse de los cuerpos? No, claro. Todos saldrán muy animados creyendo haber aprendido sublimes nociones econométricas mientras se ponen a salvo de la barbarie mediante alguna conjura preventiva de los crímenes nazis. Una concepción metafísica de la maldad como ente ajeno a los mecanismos con los que se la realiza es la que permite semejante inconsciencia. La misma identificación de la razón como razón instrumental fue precisamente la que llevó al nazismo a sus más altas cotas de salvajismo, pues ocultó la verdadera naturaleza de sus tropelías bajo la fascinación que suscita una herramienta que demuestra su eficacia.

Posiblemente ninguno de los asistentes a dicha conferencia saldrá convertido en más racista, homófobo o nacionalista de lo que ya fuera, pero sí que podemos estar seguros de que en caso de haber asimilado el propósito de la misma albergará el íntimo deseo de aplicar las técnicas aprendidas para tratar como ganado a algún grupo de personas en mor de sus intereses.

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Crónica de una batalla

martes, 23 de junio de 2009

... España es prácticamente el único país civilizado donde se ha puesto en duda la legitimidad del estado democrático para enseñar valores en la escuela pública. Lo atribuyo al excesivo poder social e institucional que todavía conserva la Iglesia Católica después de los últimos 40 años de imposición totalitaria. En su seno se vienen formando "bajo demanda" grupúsculos y asociaciones falsamente laicas que enmascaran su parentesco ideológico bajo la apariencia de movimientos cívicos espontáneos, cuando nada de espontáneo hay en el adoctrinamiento para el propagandismo, el proselitismo y la conquista del reinado social de Cristo en el que se educan sus dirigentes. Muchos empiezan negando su verdadero ideario e intenciones, que irán dosificando según la estrategia lo aconseje.

El caso de Profesionales por la Ética resulta paradigmático, pues era frecuente escuchar a Urcelay reclamando su independencia de los dictados vaticanos cuando se enfrentaba con retórica leguleya a los argumentos de José Antonio Marina y los de otros filósofos y educadores que denunciaban el contubernio de organizaciones tan heterogéneas, así como su relación con la oscura intención clerical de mantener el monopolio sobre la educación moral de los españoles.
En el ámbito de internet -donde el anonimato permite rifirrafes más descarnados- la impostura era más difícil de mantener, y a poco que se rascara surgían por doquier tales profesionales crucifijo en mano arreando principios revelados y doctrina social de la Santa Madre contra aquellos a quienes habían asignado el papel de herejes. Sus filias y fobias los delataron aún con más contundencia, pues jamás han dejado escapar una ocasión de soltar lindezas cuando saltaba a la palestra temas de los que comprometen de cintura para abajo, parte que obsesiona especialmente a la casta de célibes a los que su pensamiento rinde servidumbre.
Así, han llenado páginas y páginas denunciando todo lo que apuntase a que temas como el comportamiento homosexual, la diversidad familiar o la descriminalización del aborto serían tratados de una manera neutra, sin establecer una condena sumaria a priori de definirse los conceptos a estudiar y de analizarse la problemática que los rodea. El propósito de vacunarse contra los prejuicios lo condenaron rápidamente con el cargo de relativismo, el más grave que puede dictaminar un juez dogmático.

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Justicia y necesidad

viernes, 19 de junio de 2009

... La organización defensora de los animales PETA ha criticado al Presidente de los EEUU por haber fulminado de un manotazo a una mosca durante el transcurso de una entrevista televisada, lo que ha levantado cierto revuelo. Cuando los sustancialistas se ocupan del problema ético del trato a los seres vivos no humanos surgen dos corrientes, los "vitalistas" y los "humanistas". Para aquellos -entre los que se encuentran los miembros de PETA- la vida es objetivamente un valor, y Obama ha actuado objetivamente mal. Para éstos, sin embargo, la única vida objetivamente valiosa es la humana, y les llega a causar hilaridad que alguien se escandalice por la eliminación de un insecto. Como resulta habitual en ésta postura última, se ha echado mano del recurrente argumento de contraejemplificar mencionando los casos de todas esas vidas no humanas que son eliminadas cotidianamente sin que ello provoque cargo de conciencia alguno.

De ninguna de esas posturas resulta una teoría ética sostenible. Lo malo de lo que ha hecho Obama no es que una mosca haya muerto, sino haber tenido que llegar a matarla. Ahí reside el meollo ético de este asunto. Me parece magnífico que los de PETA no se limiten a condenar el acto, sino que se esfuercen en proponer cómo se podría haber solventado el problema salvaguardando la integridad del insecto, demostrando con ello que su interés en la vida animal es sincero y no una mera pose ideológica con la que atizar a diestro y siniestro. Aunque haya quien se lo tome a risa este es un asunto muy serio, porque el dinamismo de la creación ética se conduce en relación a valores, y no podemos devaluar la vida aunque sea la del ser más insignificante. Puede que no haya más remedio que cometer una mala acción para zanjar un problema, pero nunca caigamos en la trampa de justificar esa sumisión a lo necesario, al "no haber más remedio", porque estaremos haciendo un flaquísimo favor al proyecto más grande de la humanidad, como es el de crear opciones buenas en la realidad y darnos la posibilidad de elegirlas.

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